Revue

Uruguay : El problema del conocimiento: una propuesta didáctica

¿Qué se quiere decir cuando se afirma que una persona conoce algo?

Prometeo fue un personaje mítico, que al ver la desprotección natural del hombre robó el fuego sagrado a los dioses.

De esa manera, le dio al hombre la posibilidad de suplir con su inteligencia y su habilidad técnica la fragilidad de su constitución natural.

El recurso a éste mito obedece al objetivo que nos planteamos con esta propuesta. Mostrar que la necesidad del conocimiento está presente en todo hombre por su propia naturaleza.

Cuando decimos que una persona sabe algo equivale a decir que sabe que es verdadero.

Si yo afirmo saber que me encuentro en Brasil, esta afirmación equivale a decir que sé que es verdad que me encuentro en Brasil.

La verdad es entonces el rasgo distintivo del conocimiento.

Esto puede formularse tanto diciendo que una persona conoce X, como diciendo que esa persona sabe que X es verdadero.

Dicho en otras palabras, si una persona sabe que algo es de cierta manera, entonces debe ser verdadero que sea de esa manera.

Una condición necesaria para que alguien conozca algo es que sea verdadero. La otra, es que la persona debe al menos creer la cosa en cuestión.

Por lo tanto una persona no sabe que algo es verdadero si no cree que es verdadero.

Por lo tanto no podemos identificar el conocimiento con la creencia verdadera.

La mayor parte de los filósofos han llegado a la conclusión de que para que la creencia verdadera sea considerada conocimiento, depende del tipo de justificación que posee la persona para creer en lo que cree.

Una persona posee conocimiento cuando está totalmente justificada en creer algo y su justificación no puede ser anulada por ninguna suposición falsa.

Concluyendo: Una persona sabe algo sólo cuando su creencia es verdadera, completamente justificada y la justificación no puede anularse.

Propuesta de trabajo para realizar en clase

Te proponemos leer el siguiente caso.

"La Sra. Martínez llegó a la casa del Abogado y le confesó sus sospechas sobre su esposo:

Después de las comidas siento dolor y malestar y creo que es mi esposo que me está envenenando.

Abogado- ¿Fue al médico?.

Sra. M.- Sí y dice que es gastritis.

Abogado- ¿Porqué cree que su esposo la está envenenando?

Sra. M.- Porque cuando se va de viaje al interior yo me siento bien. Además hace unos meses compró veneno para matar yuyos.

Abogado- ¿Usted posee bienes?

Sra. M. - No, es todo de mi esposo, él posee mucha fortuna.

Abogado- Debe existir una razón para que la quiera envenenar.

Sra. M. - La asistenta del consultorio, él es dentista.

Abogado- ¿Sospecha que son amantes?

Sra. M. - Sí, porque la acompaña hasta su casa muchas veces.

Cuando la Sra. Se retiró el Abogado pensó: "Esta Sra. Seguramente padece de gastritis, además tiene un temperamento histérico, no confía en su marido y cree que el mata yuyos que compró lo está usando para envenenarla".

Al día siguiente el Abogado recibe la noticia de que la Sra. M. ha muerto.

El médico de la Sra. M. sostiene:

La Sra. M. padecía de gastritis aguda. Conozco a su esposo y sé que es incapaz de matar una rata. Además ¿porqué motivo iba a matar a su mujer?

La sobrina de la Sra. M. llegó acompañada de su novio, Pedro. ¡Pobre tía¡ se le metió en la cabeza que el tío la envenenaba¡

Abogado - ¿Ustedes están ennoviados?

Sobrina- Sí y eso le molestaba a la tía. Porque creo que estaba enamorada de mi novio. Pero es absurdo porque ella pasaba los 50 y el no tiene 30.

El novio habla con el Abogado y le dice: Yo creo que el tío no es inocente.

Luego de tomar las declaraciones a los testigos el Fiscal se dirige a Pedro y le dice:

Usted llegó a la ciudad sin un peso, conoció a su novia y se enteró de que era la heredera del Sr. M. Le hizo el amor a la Sra.y le hizo creer que su esposo la engañaba y planeaba matarla. Cuando iba a la casa ponía veneno en los alimentos, no lo hacía cuando el esposo estaba de viaje.

La Sra. M. consultó al Abogado para estar segura de sus sospechas y de ese modo abandonar a su esposo e irse con Usted. Logró a tal punto convencerla que la Sra. M. depositó en su cuenta bancaria una suma importante de dinero que pidió a su esposo para la compra de una casa para su sobrina.

Cuando la Sra. M. murió usted era la única persona que estaba presente en la casa y puso una dosis de veneno mortal en la sopa. Las únicas huellas del frasco de veneno son las suyas".

Ejercicio 1

Luego de haber leído el caso, explica:

  • ¿Cuál de los protagonistas poseía creencias verdaderas no justificadas?
  • ¿Cuál de ellos tenía creencias justificadas pero no verdaderas?
  • ¿Cuál de ellos tenía creencias que no eran ni verdaderas ni justificadas?
  • ¿Cuál de ellos tenía creencias verdaderas y justificadas?
  • ¿Cual de los protagonistas tenía conocimiento?
  • Justifica cada una de tus respuestas.

Ejercicio 2

El texto que te presentamos a continuación consiste en una selección del diálogo de platón titulado "teeteto".

Leelo atentamente y luego realiza las tareas que te proponemos.

"SÓCRATES.-Parece que no te has dado cuenta de que toda nuestra investigación, ya desde el principio, ha versado sobre la ciencia, pero como si no supiésemos lo que verdaderamente es.
TEETETO.-Sí, me doy perfecta cuenta.
SÓCRATES.-¿No te parece, pues, que sobrepasa las fronteras del pudor el hecho de que, sin saber nada de la ciencia, tratemos de demostrar precisamente qué cosa es el saber? Realmente, Teeteto, hace ya tiempo que abundamos en una dialéctica inadecuada. Innumerables veces habremos dicho que "conocemos" y no conocemos", "que sabemos y "no sabemos, no de otro modo que si nos comprendiésemos el uno al otro cuando todavía desconocemos lo que es la ciencia. Si tú lo quieres así, aún en el momento presente habremos hecho uso del "ignorar" y del "comprender, como adecuado a unos hombres que poseen la ciencia.
TEETETO.-¿Y cómo podrías dialogar, Sócrates, si prescindieses de todo esto?
SÓCRATES.-De ninguna manera, tal como soy, pero de muchas, en verdad, si fuese un sofista. Supón que un hombre de esta condición se encontrase ahora presente; diría que prescindía de todas esas cosas y, además, me reprendería vivamente por lo que yo afirmo. Pues bien: ya que no somos más que unos pobres hombres, ¿quieres que aventure una opinión sobre lo que es el saber? A mi me parece que algo provechoso conseguiríamos.
TEETETO.-Puedes correr ese riesgo, ¡por Zeus! Porque si no logras dejar a un lado esos términos, tendrás desde luego mil perdones.
SÓCRATES.-¿Has prestado atención ahora a la definición del saber?
TEETETO.-Posiblemente, pero en este momento no podría recordada.
SÓCRATES.-Dicen que es lo mismo que detentar la ciencia.
TEETETO.- Y no se equivocan.
SÓCRATES.-Procedamos nosotros a un pequeño cambio y digamos que es la posesión de la ciencia.
TEETETO.-¿Cuál será, a tu juicio, la diferencia entre una y otra definición?
SÓCRATES.-Quizá no exista diferencia alguna. Pero antes de realizar su examen creo que deberás enterarte de mi pensamiento.
TEETETO.- Y así lo haré, si soy capaz de ello.
SÓCRATES -Por mi parte, entiendo que poseer no es lo mismo que tener. De quien haya adquirido un vestido y, aun siendo dueño de él, no lo l1eve encima, no diremos en realidad que lo tiene, sino que lo posee.
TEETETO.-Naturalmente.
SÓCRATES.-Considera, pues, si habrá posibilidad de poseer la ciencia sin tenerla. Ocurriría como en el caso de los pájaros agrestes, palomas, u otros por el estilo, a los que, después de haberles dado caza, se les construyese en casa un palomar donde pudiesen recibir el alimento. Cabria afirmar entonces que de algún modo tenemos siempre, porque al fin y al cabo les poseemos. ¿O no es así?
TEETETO.-En efecto.
SÓCRATES.-Pero podríamos decir también en otro sentido que no tenemos a ninguno. Dispondríamos si acaso de cada uno de ellos en cuanto les retuviésemos en las manos dentro de un recinto propio: nada nos impediría tomar1es y tenerles a discreción, haciéndonos con ellos cuando quisiésemos y soltándoles más tarde, operación que se repetiría tantas veces como lo deseásemos.
TEETETO.-Así es.
SÓCRATES.-De nuevo, y al igual que en esa cera modelada anteriormente por nosotros en las almas, aunque de una manera incierta, preparamos ahora un palomar que contenga pájaros de todas clases: unos, en grupos perfectamente diferenciados: otros, en pequeños grupos, y aun una tercera clase de pájaros aislados, que vuelen a su antojo a través de todos los demás.
TEETETO.-Demos la cosa por hecha. Pero ¿qué sucederá entonces?
SÓCRATES.- Tratándose de niños, preciso será decir que este receptáculo se encuentra vacío y que, en lugar de pájaros habrá que alojar ciencias. La ciencia que, una vez adquirida, es encerrada en este recinto, parece que uno mismo la ha aprendido o, al menos, que ha descubierto el objeto del que ella es ciencia. En esto precisamente consiste el saber.
TEETETO -No lo dudo.
SÓCRATES.-Ahora habría que considerar a cual de estas ciencias agradaría la caza, esa acción de tomar y detentar, y de soltar la presa de nuevo. Mira, pues, qué nombres convendrá. dar a todo esto, y si hemos de repetir los que adoptábamos en el momento de la adquisición o, por el contrario, hemos de usar de otros. Desde aquí, la comprensión de lo que digo te resultará mucho más fácil. Por ello desearía preguntarte: ¿crees realmente que la aritmética es un arte?
TEETETO.-Sí.
SÓCRATES.-Concíbela entonces como una caza de las demás ciencias en todo el dominio de lo par y de lo impar.
TEETETO.-Así la concibo.
SÓCRATES.-Pienso además que para este arte habrá que tener a mano las ciencias de los números y hallarse en condiciones de poderlas transmitir.
TEETETO.-En efecto.
SÓCRATES.-Bien; pues ten por sabido que para nosotros transmitir es lo mismo que enseñar, tomar es lo mismo que aprender y tener como posesión en el palomar de que hablamos es cosa idéntica a saber.
TEETETO.-Lo doy por sabido.
SÓCRATES.-Entonces convendrá que prestes atención a lo que voy decir. ¿Podrá acontecer que un perfecto matemático no conozca todos los números? Porque no hay duda que existe en su alma ciencia de todos los números.
TEETETO.-Explícate mejor
SÓCRATES.-Ese hombre al que me refiero puede contar para sí dichos números o numerar todos los objetos de fuera que tengan cantidad definida.
TEETETO.-¿Cómo no?
SÓCRATES.-Ahora bien: contar no es otra cosa que considerar cuál es el número realmente existente.
TEETETO.-Claro que sí.
SÓCRATES.-Por consiguiente, lo que ese hombre sabe parece que no deberá tenerse en cuenta, y eso que admitíamos su conocimiento de todos los números. Entenderás fácilmente todas estas dificultades.
TEETETO.-No lo dudes.
SÓCRATES.-Representémonos, pues, de nuevo la posesión y la caza de las palomas y digamos que se produce ahí una doble caza: la una, anterior a la posesión y movida por ella; la otra, por el poseedor que desea tomar y tener en las manos lo que posee ya hace tiempo. De igual modo, ¿no podrá decirse de las ciencias poseídas y aprendidas hace tiempo que es necesario aprenderlas otra vez al objeto de recobrarlas una a una, y así mismo detentar lo que ya era poseído, aunque no estuviese al alcance del pensamiento?
TEETETO.-Naturalmente.
SÓCRATES.-Esto era lo que yo cuestionaba poco ha: ¿de qué nombres habremos de usar cuando debamos referimos al aritmético que se dedica a contar los números o al gramático que procura la lectura pública? ¿Tendremos que afirmar que en tales circunstancias estos hombres se ponen en condiciones de aprender por si mismos lo que ya saben?.
TEETETO.-Parecería extraño, Sócrates.
SÓCRATES.-¿Diremos entonces que uno y otro desconocen lo que han de leer y contar a pesar de haberles concedido el saber de todas las letras y de todos los números?
TEETETO.-Eso carecería de lógica
SÓCRATES.-¿Darás por bueno acaso el que a nosotros nos tiene sin cuidado todo lo referente a los hombres supuesto que venga alguno que maltrate el saber y el aprender? Porque realmente, hemos precisado que una cosa es poseer la ciencia y otra detentarla, y que es imposible no ser dueño de lo que se posee. De tal modo es así, que no puede ocurrir nunca que no se sepa lo que se sabe, aunque acerca de ello, quepa formular una opinión falsa. Lo que sí parece indudable es que en vez de una ciencia podrá poseerse otra, cuando en el despliegue de la caza se alcance equivocadamente una ciencia en vez de otra. Es el caso que aducíamos del once que semejaba doce, por haber tomado en esa caza la ciencia del once en lugar de la ciencia del doce, no de otra manera que si cazásemos una paloma torcaz en lugar de una paloma.
TEETETO.- Tienes razón.
SÓCRATES.-En cambio, cuando se consigue lo que se deseaba obtener, entonces no cabe. ya el equívoco y se forja la opinión sobre cosas reales. ¿No ha de admitirse, pues, que se dan la opinión verdadera y la opinión fa1sa, y que todo lo que antes nos enojaba, nada queda que nos ofrezca resistencia? Posiblemente, estarás de acuerdo conmigo, porque, si no es así, ¿qué es lo que puedes objetar?
TEETETO.-Apruebo todo lo que dices.
SÓCRATES.-Nos hemos liberado ya de ese no saber lo que se sabe. Porque de ningún modo l1egamos a afirmar que no se posee lo que se posee, sea esto falso o no lo sea. Pero más temería que se nos presentase de improviso una consecuencia que ya preveo.
TEETETO.-¿Y cuál es?
SÓCRATES.-Supón que de un trueque de ciencias pudiese originarse la opinión falsa.
TEETETO.-¿Cómo?
SÓCRATES.-Admite por un momento que de un objeto del que se tiene ciencia hay también desconocimiento, pero no por el hecho de que se le ignore, sino en virtud de la ciencia que de él se posee; admite además que en el acto del juicio confundes un objeto con otro. ¿Cómo no ha de ser absurdo que poseyendo un alma la ciencia nada conozca en realidad y, si lo ignore todo? Si nos mantenemos en esta tesis, nada impide que la ignorancia haga conocer, que la ceguera haga ver, ya que la misma ciencia no tiene otro objeto que el de producir la ignorancia.
TEETETO.-Quizá lo que haya ocurrido, Sócrates, es que con nuestros pájaros hemos representado tan solo ciencias, cuando hubiera convenido contar con otras tantas no-ciencias que, reunidas con aquellas, volasen juntas a través del alma. Si así fuese, el cazador podría dar alcance tanto a una ciencia como a una no-ciencia de un mismo objeto, y como es natural, estaría en condiciones de opinar verdaderamente en el primer caso y falsamente en el segundo.
SÓCRATES.-No sería fácil, Teeteto, regatearte la alabanza. Sin embargo, deberás considerar de nuevo lo que ahora has dicho., Demos por hecho que todo ocurriese de ese modo, es claro que quien alcanzase la no-ciencia, como tu dices, emitiría juicios falsos. ¿No es eso?
TEETETO.-Sí.
SÓCRATES.-Por supuesto que no creería que juzga falsamente.
TEETETO.-¿Y cómo iba a creerlo?
SÓCRATEs.-Estimaría, por el contrario, que juzga verdaderamente y mostraría en este caso la misma disposición del que sabe acerca de cosas que ciertamente no sabe.
TEETETO.-¿Qué es lo que dices?
SÓCRATES.-Pensaría, no hay duda, que la caza obtenida es ciencia y no lo que en realidad es, no-ciencia.
TEETETO.- Efectivamente.
SÓCRATES.-Henos aquí, pues, luego de un largo recorrido, con la misma dificultad con que al principio tropezábamos. Nuestro contradictor tendrá motivo para reír y seguramente dirá:"¿Es acaso posible, queridos amigos que conociendo una y otra, ciencia y no-ciencia, tomar cualquiera de ellas, que ciertamente se sabe, por otra que no se sabe? ¿O puede admitirse que no sabiendo ni una ni otra se tome la ciencia o no-ciencia que no se sabe por otra que tampoco se sabe? ¿O si se sabe una de ellas y la otra no, tomar la que se sabe por la que no se sabe? ¿O confundir tal vez la que no se sabe con la que se sabe? ¿O me argüiréis por vuestra parte que hay otras ciencias de las ciencias y de las no-ciencias, cuyo posesor las tiene encerradas en unos risibles palomares o en unas figuras de cera, de modo que, mientras las posee, disfruta del conocimiento de el1as, aunque no estén a su alcance en el alma? ¿Y permitiréis que os obliguen a dar vueltas. Y más vueltas en torno de lo mismo, sin obtener resultado alguno?") ¿Qué contestaremos a esto, Teeteto?
TEETETO.-¡Por Zeus!, Sócrates, yo al menos no .encuentro contestación adecuada .
SÓCRATES.-¿Y no será, hijo mío, que la razón nos reprende y nos demuestra que buscamos indebidamente la opinión falsa antes de procuramos la ciencia y sin tenerla en cuenta para nada? Porque resulta imposible conocer bien aquella sin un conocimiento preciso de lo que realmente es la ciencia.
TEETETO.-En esta ocasión, Sócrates, nos será necesario pensar como tú dices.
SÓCRATES.-¿Cuál deberá ser entonces nuestra opinión acerca de la ciencia, tomando las cosas otra vez desde el principio? Porque no creo que vayamos a prescindir de la cuestión.
TEETETO.-De ninguna manera, siempre que tú no renuncies a ella.
SÓCRATES.-Dinos, pues, cómo podremos definirla mejor sin que la contradicción nos afecte para nada.
TEETETO.-Creo realmente, Sócrates, que antes nos encontrábamos en el buen camino y que no debemos acudir a otro.
SÓCRATES.-¿A cuál te refieres?
TEETETO.-Quiero decir que la opinión verdadera es la ciencia. Y consideraremos infalible el juicio verdadero, y hermoso y bueno todo lo que el engendra.
SÓCRATES.-El que nos mostraba el camino hacia el río, Teeteto, solía decir: "Bien podremos verlo cuando lleguemos a él. Si, pues, proseguimos nuestra investigación y no detenemos la marcha, quizá venga a nuestro encuentro y se haga manifiesto lo que ahora buscamos. Pero nada conseguiríamos si no damos un paso adelante.
TEETETO.-Estás en lo cierto. Caminemos y sigamos con nuestras observaciones.
SÓCRATES.-Con todo, detengámonos un momento, porque todo un arte podrá mostrarte que la ciencia no es eso.
TEETETO.-¿Cómo? ¿Y de qué arte se trata?
SÓCRATES.-Es, ni mas ni menos, el arte de los grandes maestros; esto es, de los llamados oradores y abogados forenses. La técnica de la persuasión que les es propia no la obtienen desde luego por la enseñanza, sino produciendo las opiniones que ellos desean. ¿O piensas que existen maestros con tanta destreza que, sin haber testificado un robo de dinero o cualquier otra violencia, puedan en un abrir y cerrar de ojos aprender suficientemente la verdad de los hechos.
TEETETO.-No lo creo de ningún modo aunque quizá pueda convencérseles de ello.
SÓCRATES.-¿Y ese convencimiento al que tú te refieres no consistirá en llevar a su ánimo una determinada opinión?
TEETETO.-¿Qué es lo que dices?
SÓCRATES.-¿No es verdad que cuando los jueces se convencen plenamente acerca de determinados hechos por el testimonio de un solo testigo, prescindiendo ya de todos los demás, juzgan únicamente de oído y adoptan esa opinión como verdadera, sin consideración a la ciencia que encierre su juicio, pero estimando recto su convencimiento, ya que pronunciaron una sentencia justa?
TEETETO.-Completamente.
SÓCRATES.-Pues no es así, querido amigo; porque si, en los tribunales la opinión verdadera coincidiese con la ciencia, nunca el juez más eminente dictaría un recto juicio sin ciencia y ahora parece realmente que una y otra son algo distinto.

Ejercicio 3

  • Realiza el esquema global del texto.
  • Realiza el análisis semántico de los términos que aparecen en "negrita".
  • Análisis semántico de los enunciados que aparecen subrayados en el texto.
  • Analisis formal del texto :
    • ¿ Porqué considera Sócrates que la discusión se ha basado en una dialéctica inadecuada ?
    • Expone las premisas que a juicio de Sócrates deberían sustentar una discusión adecuada.
    • ¿Qué argumento emplea Sócrates Item refutar a Teeteto en su afirmación "la opinión verdadera es la ciencia"
    • ¿En qué caso se podría afirmar que el juez posee conocimiento ?
    • ¿Qué definición de conocimiento puede inferirse del análisis previo ? Trata de elaborarla.
    • Explica la diferencia entre opinión verdadera y ciencia.
    • Vuelve a considerar el caso de la Sra. Martínez y explica si alguno de los protagonistas del mismo poseía conocimiento, entendiendo éste según la caracterización que Sócrates hace en el diálogo analizado.`
  • Tarea complementaria
    • Te proponemos buscar datos sobre Platón : Ubícalo en el espacio y en el tiempo ; recoge los datos más importantes de su obra.
    • Caracteriza su sistema filosófico mediante la explicitación de sus teorías.
    • Explica la proyección que ha tenido su pensamiento mostrando la influencia que ejerció en pensadores posteriores.
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